lunes, 2 de abril de 2012

La sangre

11. Hace años comencé una novela de vampiros que titulé provisoriamente Mudanza de un escritor. Contemporánea, realista. Aunque "película de vampiros realista" suene a oxímoron, siento que en el mito de los nosferatus hay un intento muy verosímil de entablar un diálogo con algo de nosotros mismos, ligado al deseo siempre insatisfecho de sumar vidas a nuestra vida. Escribí decenas de páginas con entusiasmo, hasta que me fui metiendo en berenjenales, la historia se torció, cada página me costaba un mundo y entonces llegó el tsunami de chupasangres crepusculares (libros, películas) y me fugué hacia otros proyectos. Uno de esos proyectos fue, oh casualidad, el pedido de una editora para escribir una versión del admirable Drácula, de Bram Stoker para adolescentes. Leer –y versionar – esa gran novela no me ayudó en nada a continuar con la mía, más bien la detuvo casi del todo. Entonces vino el golpe de gracia: el talentoso Pablo De Santis publicó Los anticuarios, otra de vampiros; y eso terminó por posponer indefinidamente mi Mudanza
Las cosas pueden cambiar.
Esta tarde de lunes feriado me vi tres películas de vampiros.
Si un día concluyo mi novela, se lo deberé en parte al mismo De Santis: en una columna del 17 de marzo del 2012, en la revista Ñ elogia al pasar a  una "maravillosa película de vampiros conocida (o más bien ignorada) entre nosotros como Criatura de la noche.” Y aclara que la película fue dirigida por el sueco  Tomas Alfredson. Investigué un poco. La película está basada en una novela del escritor y también sueco John Ajvide Lindqvist  y hay una –cuando no – remake norteamericana que conserva, para nosotros, el nombre de la novela: Déjame entrar.
Al día siguiente fui a la feria de Plaza Italia y por puro azar escuché a un librero hablar apasionadamente y casi a los gritos –ante un cliente con cara de querer rajarse – sobre vampiros (nótese, de paso, que la novela de De Santis trata de vampiros libreros). El hombre es un experto al punto que se le cae la baba hablando maravillas, ante mi consulta, de Criatura de la noche  y me jura que “es una vuelta de tuerca total, olvidate de Drácula, de Nosferatu, es otra cosa, te la creés del principio al fin”.
A esta altura, moría por verla, pero tuve que esperar un par de semanas para encontrar ese tiempo y ese espacio mental que me permitirían tumbarme sobre el sofá para convertirme por una tarde en un espectador.
Fui al Video Club y pedí "Criaturas de la noche, del sueco Alfredson" y así inicié una serie de equívocos por culpa de una "s" de más. Me encontré con una película en la cual un simpático perdedor que vive de noche quiere que lo dejen entrar todo el tiempo a clubes nocturnos y el destino lo lleva a tener que buscar a un tal Jordan, un elusivo personaje. En la búsqueda se conecta con una vampiresa protagonizada por Asia Argento (lo mejor de la película). Todos mueren y no mueren. Fin.
Algo no me cerraba.
Esta peli era de vampiros, sí, una especie de historieta negra, satírica, pero todos hablaban en francés y yo esperaba una peli sueca con actores suecos en paisajes suecos; y del director sueco, ni hablar: la dirigía un francés llamado Antoine de Caunes. Su historia era apenas aceptable –y yo sólo me conformaba con algo "maravilloso", porque eso había sentenciado De Santis–. Gracias a internet reparé en el error de que había pedido “Criaturas...”, y no “Criatura...”. El error tuvo la complicidad del empleado del video club, ya que le pedí una película sueca y no una francesa.
Con la mejor onda voy y pido la película correcta.
Y esta sí, es maravillosa. Desde la primera escena –en un crudo invierno del Estocolmo de 1981– me dejo hechizar con la historia de un chico, Oskar, y de su nueva vecina, una chica –prestar mucha atención a esta chica –, Eli. Él, con sus padres recién separados y con la fantasía liberadora de matar a los integrantes de la pandilla escolar que lo maltrata. Ella, que se mudó con su papá, es solitaria por su condición de monstruo, pero nada tímida, aunque habla poco y en voz baja. En una escena memorable, entre otras, Oskar le pregunta si tiene en verdad doce años y Eli le dice que sí, sólo que “hace mucho tiempo que tengo doce años”. Sin dar detalles de la trama perfecta, con un final redondo, esta película rondará mi cabeza por mucho tiempo. Está en las antípodas de la estética sonsa y liviana de Crepúsculo. Con toda su carga tenebrosa, es una historia tranquila y para disfrutar con los ojos bien abiertos. 
No carga las tintas sobre nada. Ni falta que hace. 
Me gustó tanto, que decidí ver la versión que hizo la industria norteamericana, en manos del director Mat Reeves. Esta versión, lo dije, mantiene el título de la novela: Déjame entrar. Tiene un presupuesto diez veces mayor que la sueca. Y es diez veces inferior en su calidad. Aún así, es una muy buena película. Porque diez es la diferencia entre algo “maravilloso” y algo “muy bueno”.
Hoy, lunes 2 de abril del 2012, mientras miraba la versión de Reeves, una amiga llama a mi hija: le pregunta donde puede conseguir “la versión de Drácula que hizo tu papá”. Mi hija me pregunta. “En las librerías”, es mi lógica respuesta. Camila se ríe. Sigo mirando Déjame entrar, mientras pienso, luego del llamado que yo también, de algún modo, vivo de la sangre. 

3 comentarios:

  1. Sólo por intuición, puedo decir que la única vez que hablamos -que fue la vez que nos conocimos, única vez que nos vimos, también-, acababas de abrir este blog y se sentía una especie de miedo de tu parte ante el hecho de estar "blogueando". Con temor a sonar soberbia opinadora (?) digo que te estás dejando entrar (je) perfectamente en el mundo blogger. Te estás soltando y se nota. Y está bueno eso. Pero claro: es sólo mi opinión de comentadora blogueril ;)

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    1. Es muy cierto lo que decís.Primero entré a un blog, después a otro; descubrí que hay algunos buenísimos, que dan una información increíble o que te dejan entrar a un mundo interesante, a veces doméstico, a veces sobre un tema específico. Otros,no te informan de nada, pero están tan bien escritos que los disfrutas como literatura.Después de años de lector de blogs y al ver mi actividad en facebook, me reí de mi timidez blogguera. El blog ahora es un espacio casi íntimo. Abrazo!!!

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  2. Estás entendiendo la esencia, Vaccarini. Aplaudo eso :)

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